Muchos pacientes, en el momento de empezar a hablar de lo que les ocurre la primera vez que vienen a consulta, comienzan con “tengo la autoestima baja”. Cuando han terminado de exponer lo que les ocurre, les explico el significado de los conceptos autoestima y autoconcepto. Un par de sesiones después, cuando el paciente ya se ha introducido en la dinámica de la terapia, le explico el trasfondo negativo del autoconcepto y la autoestima.

Vayamos primero con la definición de ambos para situarnos en el contexto. El autoconcepto es un constructo (una hipótesis que en un momento dado alguien formuló) que aglutina los pensamientos que una persona tiene de sí misma. Es como una imagen que tenemos de nosotros mismos, un conjunto de ideas que creemos que nos definen, permitiendo que nos etiquetemos como tímidos, buenos estudiantes, débiles o fuertes, etc. El autoconcepto es una construcción que vamos elaborando a lo largo de nuestra vida, donde las experiencias que vamos teniendo van integrándose con el análisis que vamos realizando de ellas. Principalmente se basa en el refuerzo y en el castigo que vamos recibiendo de nuestras actuaciones a lo largo de nuestra vida. Si nos alaban por lo bueno que somos en los deportes, intentaremos practicarlos a menudo buscando el refuerzo de otros, y acabaremos reforzándonos a nosotros mismos por nuestra pericia y nuestros éxitos, e iremos construyendo una imagen de nosotros mismos como deportistas y personas saludables. Si hemos tenido experiencias negativas con el deporte, y nos han dicho alguna vez que no era lo nuestro, nuestra etiqueta será la de torpes, no nos gustará y es poco probable que nos apetezca practicar.

El autoconcepto es lo que pensamos de nosotros mismos en cuando a destrezas, habilidades, capacidades cognitivas y físicas, o falta de ellas, así como nuestra imagen corporal. Es como nos vemos.

La autoestima es el juicio o evaluación que realizamos de lo que pensamos de nosotros mismo. Esta evaluación viene acompañada del componente emocional. Mientras que el autoconcepto es pensamiento, la autoestima es una valoración ligada al sentimiento. Tendemos a gustarnos o despreciarnos según evaluemos lo que pensamos de nosotros mismos.

 

Una vez realizadas las presentaciones, vayamos al asunto más interesante. El pensar sobre nosotros mismos genera un juicio, y ese juicio nos puede traer problemas si es negativo. Lo que pensamos sobre nosotros mismos es una construcción aprendida a lo largo de nuestra vida. Si fuéramos capaces de analizar toda nuestra historia de aprendizaje podríamos ir señalando los momentos en los que recibimos los refuerzos, los castigos, los modelos que recibimos, los comentarios y juicios que nos creímos, las interpretaciones que hicimos de todo ese cóctel…, para ir componiendo esa imagen que es el autoconcepto. Es en resumidas cuentas, un valor subjetivo de lo que nosotros hemos sido capaces de componer, y puede ser ciertamente falso en muchos aspectos. Digo falso, como podría decir contaminado o intoxicado de las ideas irracionales e impositivas que nos hayan transmitido, y que nos hayamos ido creyendo a lo largo de nuestra vida.

Sufrimos cuando nuestra propia autoevaluación es negativa en cuanto a imagen corporal. Sufrimos cuando pensamos que no tenemos las capacidades intelectuales o de esfuerzo necesarias para llegar a donde pensamos que tenemos que llegar. También sufrimos cuando cometemos errores que no deberíamos cometer, cuando nos vemos que somos personas inseguras, falibles, imperfectas, débiles, malos profesionales, ineficientes, malas madres, padres, hijos o esposos… la lista puede llegar a ser interminable.

La pregunta es, ¿para qué pensar sobre nosotros mismos? ¿Por qué hemos de creernos nuestros propios juicios cuando son una construcción en la que confiamos por el hecho de que aparece en nuestra cabeza? ¿No sería mejor sustituir lo que pensamos de nosotros mismos por algo que no tenga el reverso tenebroso de poder hacernos sentirnos mal cuando el juicio resultante que hacemos es negativo?

Creo que tendríamos que mandar al garete al autoconcepto y a la autoestima. Estoy harto de que el ser humano se genere malestar (ansiedad y estados depresivos sobre todo) por el hecho de pensar sobre sí mismo. Y es más, la persona que tiene una alta autoestima comete el mismo error que el que tiene una baja autoestima, ambos generalizan su conducta, y la valoración que hacen de la misma, a su valía personal. Es un grave error, porque nos lleva a meternos en una especie de ranking personal de ganancia y pérdida de puntos de autoestima dependiendo de lo que hagamos o dejemos de hacer, sin darnos cuenta además de que la valoración de esos hitos viene determinada por lo que la sociedad nos dicta que es valorable y lo que no. Yo no subo puntos como persona por lo bueno que sea en algo, como tampoco los bajo cuando cometo errores y me equivoco. Ese programa de refuerzo de mi autoestima es falaz, es un fenómeno extendido que se fundamenta en una distorsión, que es la generalización de creernos que SOMOS algo (soy bueno ¿a qué si?) o no SOMOS nada (soy un verdadero desastre y valgo menos que los otros), maldito verbo SER. Ser algo, significa que siempre y en todo momento haré algo de una determinada manera, de manera infalible, independientemente de otras variables que actúen en la situación, lo que acontezca se deberá a mí. Un pensamiento muy simple es el de la causa única y la infalibilidad, si se me permite. Los seres humanos pensamos y actuamos en interacción con el medio, una veces pensamos bien y otras mal, unas veces actuamos con éxito y otras metemos la pata, el ser falibles si es algo que somos todos nosotros.

Albert Ellis (gran psicólogo al que recomiendo leer) decía de el mismo que “ser buen terapeuta no me hace mejor persona”. ¿Qué quería decir con esto? Qué la valía del ser humano no puede ser descrita a partir de algo que hacemos, que el valor de cada uno de nosotros es independiente de como pensemos y actuemos, y es el máximo posible desde el momento de nacer, e inamovible hasta el momento de morir. Nada de lo que hagamos en esta vida, de éxitos y fracasos, moverá un decimal nuestro valor como seres humanos ni para arriba ni para abajo. La autoestima es un valor distorsionado y un engaño que aprendemos a creer, y actúa como una losa el resto de nuestra vida.

Sustituir la valoración de uno mismo por la aceptación incondicional hará que no pensemos tanto en nosotros y nos permitirá dedicarnos a vivir más saludablemente e infinitamente menos perturbados. Aceptemos que a veces pensamos y actuamos bien, otras mal, que los demás hacen lo mismo, que a todos nos gusta que nos alaben y nos refuercen (conductual y materialmente), y que a nadie le gusta que le reprendan, critiquen o castiguen, y que nada de lo anterior me hace ser mejor o peor que cuando empecé el recorrido de niño, soy el mismo (en cuanto a valor me refiero, he crecido algo, y he perdido bastante pelo por el camino) que cuando tenía 4 años y jugaba a los vaqueros con mi padre.

Yo llevo ya más de veinte años a vueltas con la aceptación incondicional, antes lo estudie, lo introduje en mi forma de comprenderme a mí, de intentar entender a los demás, de intentar perturbarme lo menos posible (y por el menor espacio de tiempo también posible) por lo que me sucede, y tengo que decir que muchas veces lo consigo y algunas veces no,  y tengo que trabajar sólidamente para pensar saludablemente cuando me encuentro mal. Pero hay un momento en mi vida en el que experimente la aceptación incondicional en toda su magnitud, y no fue hacia mí mismo tengo que reconocerlo.  Es algo que suelo comentar en terapia para que los pacientes entiendan la dimensión del concepto y sepan a lo que me estoy refiriendo. En mi caso ocurrió cuando por primera vez, nada más nacer, tuve a mi hijo desnudo en brazos. Nos miramos (el vería en ese momento un borrón irreconocible delante de él, pues es así como pueden ver los niños al nacer), y experimente lo que era la aceptación incondicional plena, hiciera lo que hiciera, llegase a donde llegase ese pequeñajo me daría igual, el valor absoluto e incondicional que tenía para mi permanecería para siempre. Es posible que muchas de las ideas que vaya a tener mi hijo y muchas de sus actuaciones en el futuro no me gustarán y no las aceptaré, pero si le aceptaré incondicionalmente como persona. Si aprendemos a mirarnos así a nosotros mismos estaremos construyendo el pilar fundamental de nuestro bienestar emocional.

Más allá del autoconcepto y la autoestima.